Revista Colegio

Las mejores propuestas educativas

Educación, cambio, tecnología y sentido

Tal vez en ese mundo imaginario de la robótica del futuro, lleguemos a valorar el solo hecho de que nuestros chicos puedan compartir presencialmente cuatro u ocho horas hablándose entre ellos y con sus maestros sin mediación de máquina alguna en nuestros colegios.


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Si estamos de acuerdo que el signo de los tiempos hoy, está dado por el fluir continuo y vertiginoso del cambio, es decir por el cambio mismo y no sabemos realmente qué tipo de mundo espera a las generaciones que vienen, también podríamos entonces acordar en hacer que nuestros alumnos desarrollen en los colegios un verdadero hábito del asombro y la curiosidad por como funcionan las cosas, la vida y el universo y sus relaciones, por el disfrute del conocimiento y el aprendizaje; parece algo impostergable y que necesitarán para un continuo fluir en estos tiempos de cambio.

Junto a estos hábitos de curiosidad y asombro, debería también volver a centrarse la educación en aquello que constituye una de la esencias de la humanidad de todos los tiempos, ayudar a transmitir culturalmente y recrear generacionalmente una visión del mundo, un relato que nos abarque hoy y nos confiera sentido, algo que evidentemente ningún algoritmo o inteligencia artificial podría proporcionarnos. Se trata del sentido.

Los antiguos mitos, los grandes relatos y obras que nos preceden, aquellos que eran contados oralmente y que podían movilizar el sentido vital de pueblos, personas y generaciones, aquellos que fueron escritos, los que hoy incluso el séptimo arte nos sigue actualizando, estarán siempre. Necesitaremos encontrar sentido y ayudar a encontrarlo a nuestros niños y jóvenes.

Es impostergable que debemos enseñar nuevos lenguajes como la programación o el C++ y quien sabe que otros saberes o técnicas que hoy siquiera imaginamos; también sabemos que las generaciones venideras ya están inmersas en altos grados en el saber autodidacta. Pero que un maestro se pare al frente u ocupe un lugar en medio de un círculo de sus alumnos, les lea o haga que lean un mito griego cualquiera, por ejemplo el del rey Midas y les comience a explicar como conocemos, por ejemplo en la versión del guión de la ópera póstuma Capriccio de Richard Strauss, que luego de una serie de enredos amorosos y juegos de seducción divinos, la princesa Dánae de Argos fue deseada por el mismo Júpiter, quien le pide al legendario rey Midas que organice un encuentro con ella; pero Midas al verla se enamora perdidamente de Dánae y cuando la abraza queda convertida en estatua de oro; Júpiter finalmente se compadece y confronta a Dánae con un dilema: o se entrega a él, o vive en la pobreza con Midas a quien ya revocó el don maldito. Dánae se decide por Midas. La pareja vive felizmente en una pobre choza y, en un último esfuerzo para quedarse con ella, Júpiter tiene que admitir que el oro perdió todo su atractivo ante Dánae. Júpiter, renunciando finalmente a sus deseos, bendice a la pareja y al amor humano.

Seguramente los ayude a discernir el día de mañana en sus vidas que es lo importante y valioso, de lo pasajero; qué es lo propiamente humano, aquello que heredamos y recreamos originalmente pero que permanece de alguna manera esencialmente incólume frente a todo y cualquier cambio.

Como expresa Yuval Arari, en 21 lecciones para el siglo XXI, podrán curarme a distancia aplicando el celular para que algún algoritmo me proporcione una fuente de energía particular de una base big data de salud, estando  a miles de kilómetros de distancia, pero jamás podrá la biotecnología sustituir un amigo que estando en un hospital me lleve un té o un plato de sopa caliente. El vínculo propiamente humano absolutamente imprescindible, si de humanidad hablamos, es también algo que debemos volver a enseñar e las escuelas desde su práctica y la gimnasia de las emociones, el trato, la palabra dicha, los gestos y el poder del autoconocimiento.

Tal vez en ese mundo imaginario de la robótica del futuro, lleguemos a valorar el solo hecho de que nuestros chicos puedan compartir presencialmente cuatro u ocho horas hablándose entre ellos y con sus maestros sin mediación de máquina alguna en nuestros colegios.

En el mismo agudo libro de Arari antes citado leo “La vida se descontrolará y habrá cada vez menos continuidad entre los diferentes períodos de la existencia. ¿Quién soy? Será una pregunta más urgente y complicada de lo que nunca fue…” y, agrego, un objetivo educativo primordial.

A propósito, si al relato del rey Midas además le ponemos por ejemplo la música de Richard Strauss en “El amor de Dánae” o la de sus últimas cuatro canciones, sin duda daremos también alguna herramienta emocional que difícilmente encuentren si no indicamos por dónde buscar.

Junto con el saber científico, las matemáticas, la comunicación, la creatividad y la cooperación, es lo que podemos llamar cultura y constituye uno de los fines de nuestro quehacer educativo.

Adhiero entonces fuertemente a que los colegios deben ser más que nunca lugares en donde se transmita y se enseñe a amar profundamente la cultura y a recrearla desde cada generación, con la posibilidad que nos brinda la mejor tecnología, pero en búsqueda de un relato que nos otorgue sentido a la existencia a través del tiempo y las generaciones.

Pero sobre todo ruego a los Dioses que Dánae siga eligiendo el amor humano y que Júpiter se apiade de Midas ¡y le saque el maldito don de convertir todo lo que toque en un algoritmo o en una app!

Juan Carlos Giorgieri

Director General


“Con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios”

Colegio Patris

de City Bell

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