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¿De qué hablamos cuando describimos un makerspace?

Aula Maker Colegio La Salle
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Con el fin de la pandemia han vuelto a ser tendencia los espacios maker, pero a diferencia de su concepción original, son interpretados en una forma más amplia, a la vez que representan también un llamado de atención para los directivos.

Como muchas otras cosas en educación el concepto de makerspaces no es nuevo, pero sí su interpretación.

Los primeros espacios de este tipo surgieron hace medio siglo en el marco de un movimiento disidente de programadores quienes buscaban desencriptar aplicaciones o desarrollar nuevos sistemas operativos para publicar versiones de uso libre. En un artículo de próxima publicación titulado “El locus del conocimiento disidente”, Alejandro Artopoulos abre esa caja negra de los hackerspaces, como fueron llamados originalmente, y fija su nacimiento en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en las décadas de 1960 y 1970.

Entre mis recuerdos de mi primera época universitaria aun puedo ver a un amigo de mi padre, quien se quedaba en la oficina durante noches enteras depurando su sistema operativo “más sencillo” en la única computadora personal disponible en ese entonces, que quedaba libre al anochecer. Su visión hacker se hacía presente (y perdura) en esas largas charlas nocturnas que teníamos mientras nos turnábamos el uso de esa PC.

Este movimiento de espíritu artesanal que sentó la bases del hágalo Usted mismo, favoreció las formas prácticas de enseñar las materias relacionadas con los contenidos STEM (Science – Technology – Engineering – Math) primero, y más tarde cuando algunos docentes pioneros comenzaron a entrelazar estas con las técnicas más creativas que suelen verse en el campo de las artes se conforma el STEAM actual.

Aula Maker Colegio Saint Gregory´s College

Algunos podrán reconocer a los talleres de computación y robótica como precursores de estos espacios, pero hoy lucen muy diferentes. Resulta muy simbólico ver que muchas instituciones educativas apelaron a la renovación de espacios en desuso, que fueron transformados con el agregado de grandes murales y superficies para escritura espontanea, pizarras móviles hechas de materiales innovadores en la escuela como el cristal endurecido, dispositivos electrónicos como impresoras 3D y monitores interactivos sobre los que corren simuladores y plataformas de aprendizaje adaptativo. Visitar un espacio maker moderno resulta una experiencia oxigenante en la cual conviven las “obras de arte” de los alumnos en un ambiente colorido, descontracturado y de configuraciones muy versátiles. Bien diferente al aula tradicional. Tanto que también se usa distinto, por ejemplo con varios grupos de estudiantes y docentes a la vez, aplicando un sistema de rotación en diferentes modalidades como proponen algunas dinámicas de blended learning, o también como nos sucedió hace algunas semanas en el espacio Colaboratorio de la Universidad Fasta, ocasión en la que Gustavo de Elorza Feldbord inmergió a un grupo de directivos dentro de una aplicación práctica de las posibilidades del metaverso (tema para una próxima columna) pero tal vez una de las formas que adopten los makerspaces en el futuro

Como podemos ver, el concepto del makerspace ha ido evolucionando y lo sigue haciendo mediante un movimiento de interpretación mutua, como diría Bruno Latour, proceso en el cual los humanos y sus herramientas se van resignificando a medida que avanza su interacción.

A lo largo de este camino podemos reconocer como una constante que estos espacios diseñados para enseñar el saber-hacer, también favorecen e incluso promueven una forma de aprendizaje compartido basado en el descubrimiento y a veces también de los secretos que están escondidos en los contenidos STEAM. ¿No es eso de lo que hablamos cuando describimos el aprendizaje basado en proyectos?

Sería trillado describir el renovado interés con el cual los alumnos prefieren este tipo de actividades por sobre las que realizan en formato tradicional pero, alguna vez nos hemos puesto a pensar que también a los docentes podría resultarles más atractivo enseñar de esta manera emulando a los viejos maestros y artesanos de antaño?

Los directivos harían bien en preguntarse si estaremos en presencia de docentes disidentes en búsqueda de un cambio en el formato escolar, quienes encuentran su Shangri-La en estos lugares.

Los makerspaces nacieron como espacios disruptivos y mantienen ese sentido: es el lugar de la escuela donde la comunidad educativa “cambia las dinámicas institucionales mediante prácticas de creación y aprendizaje activo” (Artopoulos, 2022). ¿Acaso pudieran ser los precursores de una transformación mayor? Creemos que cada vez falta menos para saberlo.

Mg. Ing. Ricardo Castro Lechtaler


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