Revista Colegio

Las mejores propuestas educativas

¿La identidad… se construye en la escuela?



COMPARTÍ EN REDES SOCIALES

Normalmente las personas seguimos un curso de acción o de vida. Es decir, las cosas se van sucediendo, las etapas de la vida van apareciendo y después pasando. ¿Pero qué es la identidad? ¿Cómo y en qué momento se construye? Una de las grandes ideas del gran filósofo Jean Paul Sartre es que siempre tenemos y construimos una identidad hagamos lo que hagamos, por eso estamos “condenados” a ser libres[1] ya que de una forma u otra siempre tendremos una forma particular de ver y hacer las cosas…

¿Pero nos hemos preguntado por esa forma particular de ser o vivir? ¿Estamos conformes con ella y hacia dónde nos lleva o quisiéramos que sea diferente? ¿Qué lugar tiene la escuela o la familia en relación a todo esto?

Curiosamente, en nuestra sociedad existen muy pocos espacios en donde tengamos la oportunidad de preguntarnos quiénes somos, quiénes deseamos ser y en qué medida pudiéramos acercarnos a ello. En este contexto, la práctica filosófica que surge apenas hace unos 50 años, resulta una forma muy potente para desarrollar este tipo de procesos tanto en niños, jóvenes y adultos. La filosofía para niños y también la consultoría filosófica son aquí herramientas de gran valor por su consistente poder de apertura.

¿Por qué en la mayor parte de las escuelas no hay espacios de diálogo y reflexión abierta sobre las temáticas más importantes de la vida como el amor, la amistad, la verdad, la justicia, la identidad o los proyectos? ¿No es esta una carencia fundamental en el crecimiento y desarrollo de los niños? ¿Qué necesitamos para habilitar este tipo de espacios?

La mayéutica que practicaba Sócrates hace 2,500 años, es el arte de facilitar el surgimiento de las ideas en el otro. Es la base para la construcción de una identidad sólida, capaz de sobreponerse a las adversidades de la vida porque esta identidad se constituye así de manera autónoma. Las ideas sobre nosotros mismos que obtenemos por los demás pueden ser de valor, pero nada se compara con los descubrimientos que podamos hacer por nuestra propia cuenta. La práctica filosófica estudia pormenorizadamente estructuras para la construcción de diálogos y el uso de la pregunta y nos enseña a ser críticos y creativos en la fundamental labor de determinar quién es uno mismo.

Además, las personas tienen una gran necesidad de ser escuchadas y de pensar en conjunto sobre estos temas. Es una realidad que en nuestro Siglo de la “comunicación”, la AI y la tecnología hemos creado nuevas formas de individualismo y las personas están mucho más solas en la construcción de su identidad. Ciertamente la construcción de eso que somos, se realiza de manera cualitativamente más enriquecida cuando se realiza con otros.

Para poder construir algo tan íntimo y básico junto a los demás, necesitamos estar en un marco amplio de confianza, en un “espacio seguro”. No hay forma de abrir de manera real y efectiva los temas que nos constituyen sin sentirnos cómodos con el otro. La confianza que habilita la generación de este tipo de diálogos, se hace parte también de la construcción de la identidad misma de los sujetos que piensan, que recordarán no solo las ideas sino también esos momentos como parte de la constitución lo que ahora son. Como bien lo estudiaba Matthew Lipman, uno de los iniciadores de la filosofía para niños y gran seguidor de Vygotsky[2], internalizamos también al otro e incluso sus actitudes en la construcción de nosotros mismos.  

En un texto de reciente publicación, junto a 50 filósofos de todo el mundo, reflexionábamos también sobre este punto:

“Para responder en esta situación, se plantea un deber ético: el imperativo del cuidado (…) Cuidar remite a todas las actividades que realizamos para mantener, continuar y reparar nuestros cuerpos, nuestras relaciones y nuestro entorno, de tal forma que cultivemos esa compleja red de interdependencia que sustenta la vida humana y no humana” [3]

Cuidar y fomentar el desarrollo de las identidades, son cosas que van de la mano. La identidad no nace en un suelo árido y hostil, necesita de múltiples formas de acompañamiento que podemos realizar también en la escuela a través del diálogo filosófico.

La identidad no es una cosa abstracta. Nuestra identidad se manifiesta constantemente en todo lo que hacemos y mucho más en los “cómos” que en los “qués”. La identidad se hace patente en la forma en la que pedimos las cosas, en cómo cuidamos el espacio, en la forma en que reaccionamos frente a un problema. Como bien lo dice el filósofo japonés Daisaku Ikeda, la identidad de las personas se manifiesta a final de cuentas en los momentos decisivos.

Por eso debemos educar para la formación de la identidad. La práctica filosófica, hace uso de procedimientos tan antiguos como la humanidad misma y tan cercanos y comunes como la realidad de nuestro propio pensamiento. Por eso nos invita a inundar la educación de filosofía, a llenarla de preguntas y nuevos diálogos que nutran los espacios para la generación de identidades sólidas pero a la vez flexibles, autónomas pero al mismo tiempo cuidadosas y sensibles al contexto.

David Sumiacher D’Angelo


[1] Sartre, J., P., El existencialismo es un humanismo, Edhasa. Barcelona. 1999.

[2] Puede verse Lipman M., Oscanyan, F. y Sharp, A., La filosofía en el aula, Editorial de la Torre, Madrid. 2002.

[3] CECAPFI (Comp.), Declaración Internacional por la Cooperación, la Paz y la Filosofía, Editorial CECAPFI-UNIMINUTO, México, 2022.


COMPARTÍ EN REDES SOCIALES