Revista Colegio

Las mejores propuestas educativas

Animarnos a sentir y a abrazar nuestra vulnerabilidad



COMPARTÍ EN REDES SOCIALES

En mi escuela primaria tuve una directora de apellido inglés con quien luego al recibirme de profesora tuve el honor de trabajar. Era una mujer de energía inagotable, que parecía estar en todas partes y nada estaba librado al azar en su presencia. Hasta el último día en que trabajé con ella la llamé por su apellido luego del Miss. Solo una vez, en el largo tiempo compartido, la vi limpiarse rápidamente una lágrima que caía por su mejilla en un acto de graduación.

Ese sutil acto de disimular su emoción encerraba su forma de liderar, que fue la que marcó su trayectoria en la escuela. Una líder impertérrita, que no demostraba sus sentimientos, que siempre estuvo de pie y al pie del cañón, que pareciera que nada la perturbaba ni conmovía. Este tipo de liderazgos de organizaciones fue el que primó durante décadas y que si bien puede llegar a resultar efectivo en hacer que las cosas sucedan, no logra generar la confianza, la cercanía y la empatía necesarias para una escuela humana y humanizante. 

Cerrando el ciclo lectivo, nos encontramos en tiempo de emociones, de ver en los rostros de los alumnos que egresan el paso del tiempo no solo de sus recorridos académicos, deportivos, artísticos por la escuela, sino también de nuestra propia historia en la institución educativa.  Son tiempos de reflexión, de despedidas y de finales, que remueven en nosotros una catarata de emociones movilizadoras. Éstas nos llevan a cuestionarnos si es correcto mostrar o no nuestra vulnerabilidad frente al equipo docente o frente a la comunidad de padres y alumnos.

El fin de semana pasado, participé de una inmersión en inglés con adolescentes de diferentes lugares de la Argentina. Cuando estábamos finalizando la puesta en común de los trabajos de los alumnos, pude ver llorando a una de las docentes que observaba la presentación con atención.  Me acerqué sigilosamente para no interrumpir la actividad, y le pregunté si se encontraba bien. Ella, buscando las palabras para expresar sus emociones, me explicó que se sentía tan orgullosa de cada uno de sus alumnos porque sus logros reflejaban no solo el crecimiento individual, sino también el gran trabajo de su equipo docente y de objetivos institucionales cumplidos. La abracé y me emocioné con ella. Los alumnos y otros docentes pudieron presenciar esta escena. En otro momento, este líder sollozando hubiera significado una señal de debilidad pero hoy me atrevo a afirmar que esta directora increíble estaba exponiendo su propia vulnerabilidad frente a su comunidad y eso la hizo tremendamente humana, cercana y confiable.

Hoy quiero recomendarte un maravilloso libro de Brené Brown: “Más Fuerte que Nunca”.

Como todos los libros de esta autora sumamente inspiradora, éste es también un llamado a resetear nuestra forma de vivir, amar, educar y liderar.  A través de sus historias nos invita a ser valientes, a estar presentes y abrazar nuestra vulnerabilidadEn su libro “Más Fuerte que Nunca” se cuestiona qué  tienen en común los líderes que inspiran confianza. Y su respuesta es rotunda: todos reconocen el poder de las emociones y no temen inclinarse hacia la incomodidad.

Adhiero con la reflexión de Brené Brown sobre la necesidad de abrazar nuestra vulnerabilidad, y lo comparto regalándote este fragmento de su libro: Ocultarnos, fingir lo que no somos y ponernos una armadura para defendernos de la vulnerabilidad nos está matando: mata nuestro espíritu, nuestras esperanzas, nuestro potencial, nuestra creatividad, nuestra habilidad para ser líderes, nuestro amor, nuestra fe y nuestra alegría.

Necesitamos más personas que estén dispuestas a adueñarse de su historia, vivir sus valores y continuar presentes.

Las escuelas de nuestro tiempo necesitan líderes reales, humanos, sin armaduras, que esté disponibles para liderar con autenticidad, con apertura y conexión, abrazando su propia vulnerabilidad y la de los demás.

Por María Belén González Milbrandt


COMPARTÍ EN REDES SOCIALES