Tiempo de balances y cierres de ciclo lectivo. Tiempo de actos escolares, entrega de certificados y diplomas, tiempo de ir parando la pelota para mirar para atrás y así analizar el partido jugado este año.
A lo largo de las diferentes columnas que escribí este 2022 fuimos delineando un perfil del directivo cocreador de la escuela ágil: imaginamos entonces a un líder de pies descalzos, con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte, empático y terrenal pero a la vez con una visión clara que guía a su comunidad; un líder que logra un equilibrio saludable entre su trabajo y su vida personal, para poder brindarse a su escuela en su mejor versión, alcanzando el bien-estar propio y el de su equipo; un líder que toma decisiones pensadas e informadas, dentro del sistema 2 según la teoría de Kahneman, priorizando la mejora de los aprendizajes de todos sus alumnos como eje orientador.
Ese líder está llegando al fin de un ciclo académico, y por lo tanto debe aprovechar esta instancia para frenar la marcha y observar su escuela y a sí mismo, para evaluar las decisiones tomadas y los aprendizajes adquiridos. Este líder necesita herramientas de medición que le permitan confirmar o no sus propias percepciones y las de su equipo.
En el libro “Redescubrir la Escuela: la información como aliada para la mejora”, Silvina Gvirtz, junto a Magdalena Soloaga, Mauro Di María y Victoria Abregú nos invitan a “mirar la escuela con nuevos anteojos… desde nuevas perspectivas que faciliten los procesos de mejora” y nos alientan a repensar los datos como verdaderos aliados para elevar la calidad educativa.
Una escuela ágil es una organización que vive y respira en un apasionante proceso de aprendizaje continuo, una escuela en la que todos quienes la conformar buscan incansablemente oportunidades para aprender y crecer. Es por ello que es necesaria la búsqueda constante de pistas o evidencia que nos provean información, que luego se transforme en conocimiento y que guíe nuestra toma de decisiones dentro del marco de nuestra identidad institucional.
En este proceso secuencial en el cual el directivo y su equipo docente pasan del predato o percepciones y prejuicios al dato, que se transforma luego en información para alcanzar el grado de conocimiento con un análisis y comprensión del contexto y sus diferentes factores intervinientes, lograrán tomar decisiones adecuadas y acordes a la realidad y objetivos de su institución.
Se preguntarán qué datos podemos buscar para encarar este proceso de análisis tendiente a la mejora continua y la respuesta es: todos aquellos que arrojen luz e información que nos ayude a trascender nuestras percepciones subjetivas. Pueden ser éstos cuantitativos como las asistencias de los alumnos y de los docentes, rotación docente, tasa de graduación, la participación en las actividades extracurriculares propuestas, los resultados académicos, evaluaciones externas, encuestas de satisfacción a las familias, encuestas de clima organizacional o pueden ser cualitativos, en los cuales podremos indagar más en profundidad sobre los diversos aspectos, como pueden ser entrevistas y observaciones.
Si bien entendemos que en la escuela ágil, el proceso de retroalimentación y análisis se debe dar de forma iterativa durante todo el ciclo lectivo y no sólo una vez al año, el momento del cierre es una buena oportunidad para realizar los grandes balances que lleven a la reflexión y posterior acción.
Podemos concluir entonces perfilando al líder cocreador de la escuela ágil como un hábil estadista que no le teme a los datos, sino que los sale a buscar como grandes aliados en su afán de mejora de su institución educativa y de su propia gestión y liderazgo.
*La frase del título corresponde al físico y matemático británico William Thomson Kelvin
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