La Dra. Ana María Fernández (fundadora de Edu1st y creadora de la primera cátedra de Neuroeducación de la Universidad de Barcelona) y el Dr. Mario Carretero (investigador de la FLACSO y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid) brindaron el 15 de septiembre un seminario denominado “Nuevos escenarios para el aprendizaje”, organizado por la consultora Learning Team y Revista Colegio.
Ana María Fernandez, quien disertó sobre “la enseñanza y aprendizaje en tiempos de pandemia”, y se preguntó “¿para qué aprendemos?” teniendo en cuenta que “los aprendizajes no deberían tener como objetivo prepararse para un examen sino para la vida, para complejidad de los desafíos del siglo 21”.
“Es fundamental comprender la complejidad; nos rige como paradigma una falta de cuestionamiento“, consideró la fundadora de Edu1st, e indagó además cuántas veces nos negamos a ver la realidad. No es la primera vez que nos impacta una crisis y nos paraliza”.
Neurociencias
Resaltó que las neurociencias “tienen que estar presentes en la escuela del siglo 21” y opinó que el propósito de la educación es “lograr aprendizajes que transformen. El propósito de un colegio debe estar ligado a las neurociencias. Necesito generar conciencia, aprendizajes y culturas de pensamiento. Se debe generar impacto y aprendizajes significativos. Requiere empatía conmigo mismo y con el otro a quien tengo enfrente”.
Según Ana María, “lo que aprendo puedo transferirlo a diferentes contextos” y “necesitamos que lo que aprendemos lo interioricemos para ponerlo en práctica ante cualquier situación”.
“La misión del colegio trasciende un currículo. Tiene relevancia, va a darle herramientas de vida a la persona; es una misión que facilita herramientas de vida con un propósito para añadir valor a su vida y a su comunidad”, explicó.
Mencionó además durante su exposición la necesidad de preguntarnos si como alumno, padre, docente o director, estoy empoderado y “dónde estoy. Esta complejidad me deja ver dónde estamos parados como organización y como personas, qué tal claro teníamos los objetivos, qué capacidad de respuesta hemos tenido ante la complejidad”.
Ecosistema escolar y aprendizajes para la vida
Para Ana María, “un ecosistema escolar es un sistema dinámico donde todos los componentes se afectan de alguna manera. La complejidad está dada por el ecosistema, que no es lineal, sino que hay múltiples subsistemas que generan complejidad. Un ecosistema de aprendizaje es una red de personas, recursos y procesos, dentro y fuera de la organización que tienen impacto en los aprendizajes“.
“Preparar a los integrantes de la organización para la complejidad, para pensar estratégicamente, para tomar decisiones que agreguen valor: Eso es pensamiento como estrategia pedagógica”, indicó, para resaltar luego que el miedo y la incertidumbre son “enemigos” de los aprendizajes. “Debemos enfrentarlos a la cultura escolar como construcción facilitadora de aprendizajes para la vida“.
“Nos encontramos en una situación de pandemia, donde la educación está sometida a una gran complejidad, pero esto va a pasar y vamos a aprender cosas y la educación va a seguir enfrentando desafíos”, opinó Mario Carretero en su disertación sobre los “aportes de las neurociencias para la nueva escuela”.
“¿Queremos una institución educativa que intente transmitir conocimientos disciplinarios y una institución que debe facilitar que las personas desarrollen su potencial?”, se preguntó Carretero, quien resaltó que “no sabemos lo suficiente sobre el cerebro. Hay muchos mitos, en parte por educación inadecuada o por imaginario social, que pueden llevar a prácticas inadecuadas en la educación. La ciencia no es una moda; hay un desarrollo impresionante y hay una construcción positiva donde la educación puede beneficiarse mucho del estudio del cerebro”.
“Hay una cuestión para aclarar que es fundamental. En la educación debemos intervenir, consiste en que las personas llegan a la escuela y que esa persona adquiera habilidades y conocimientos es intervención. No podemos intervenir el cerebro. Parece algo trivial pero no lo es. Podemos intervenir en la mentalidad de crecimiento y lo que está pasando en el ámbito educativo tiene impacto en nuestra mente”, explicó.
A su vez, manifestó que la educación “no puede esperar salvaciones de nadie” sino que “debe mejorarse y ser eficaz y no esperar que otras disciplinas nos traigan soluciones”.
“En el ámbito de las neurociencias hay grandes descubrimientos, un cambio conceptual de saber cómo las personas pasamos a entender las cosas en un ámbito radicalmente distinto. Ejemplos, la teoría de la evolución, la teoría geocéntrica, etc. Una persona que no tiene formación científica no tiene la posibilidad de un cambio conceptual. En el neocortex manejamos el área del razonamiento y el sistema límbico es emocional. En nuestros pensamientos también colocamos nuestras emociones, cuando una persona piensa algo lo une a un vector afectivo, emotivamente implicado. El cambio conceptual no es solo una tarea cognitiva sino también emotiva. Esto es fundamental para la educación del siglo 21″.
La importancia del bilingüismo
“Es importante que se aprenda la bilingüidad antes de la pubertad. Las ventajas del bilingüismo son notables. El niño de 6, 8 o 10 años aprende en un contexto oral y comunicacional. Sin embargo, el adulto ya necesita un contexto formal, sistemático. La manera de aprender una lengua debe ser más oral, más empática, más comunicativa. Los bilingües tienen un rendimiento significativamente mejor que los no bilingües. Tienen una mejor mirada del otro, aprenden otra cultura, tienen también la ventaja de alejar enfermedades degenerativas como Parkinson, Alzeymer y la Demencia Senil”.
“La persona se integra al sistema educativo para aprender, pero ¿qué ocurre en el ámbito personal, familiar, a la hora de tomar decisiones? Cada vez más nuestra sociedad y el mundo laboral valora las habilidades blandas porque los conocimientos pueden adquirirse pero el contenido hay que edificarlo. La pregunta es: ¿Cómo puede la escuela que lo interno ayude a los externo y viceversa?”, resumió.
Habilidades blandas
En un año atravesado por la pandemia, opinó que es posible plantear los grandes objetivos y qué es lo que queremos conseguir. “¿Cómo pensamos que estos objetivos podemos relacionarlos con las habilidades blandas? Estamos logrando mayor autonomía, mejoramos la expresión; es decir, mezclar esos objetivos internos y externos para que se complementen. Evaluar es informarle al individuo como está avanzando, si avanza o retrocede, si es solidario, si trabaja en equipo, si es empático y se vincula con otros, si es resiliente, solidario o tiene cultura colaborativa”, explicó Carretero.
Para el especialista, la inteligencia emocional es “un enorme aporte, un gran giro a la educación. Las emociones impregnan a nuestra vida, pero la emoción tiene varias caras, positivas y negativas, y puede ser facilitadora, motivadora. Aprendemos si nos vinculamos positivamente, pero también puede nublar la razón y ser un obstáculo para el aprendizaje. Es sutil y profundo a la vez; por un lado, la escuela tiene que pensar que cuando el chico aprende a leer o escribir también tiene que aprender a conocerse y a reconocer sus emociones y esto implica tiempo y espacio”.
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