Revista Colegio

Las mejores propuestas educativas

“Debemos lograr que la escuela sea el lugar para que el alumno llegue a su mejor versión”



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La neurosicoeducadora Lucrecia Prat Gay abordó el tema del cerebro en cuarentena y qué hay que enseñar y aprender en este contexto de pandemia. Entrevistada por Marcelo Rivera, en el Ciclo de Conversaciones en vivo por Instagram, mencionó además que la escuela debe “escuchar a los chicos desde el primer día”, lograr que éstos lleguen a “su mejor versión” y que los docentes tienen que convertirse en “influencers”.

Lucrecia, quien se autodefine como una eterna aprendiz, comenzó la entrevista con una reflexión: “Esta crisis nos puso a docentes, directivos y alumnos en el mismo lugar, donde estamos aprendiendo. Este año, en el que tras 40 años en educación voy a jubilarme, fue el ciclo en el que más aprendí, donde más rompí mi zona de confort. Al cerebro le cuenta más desaprender que aprender”.

Reiteró, tal como lo había hecho en el III Congreso de Coaching Educativo (2019), que “hay lemas de la vida que debemos  desaprender” y propuso una original actividad en vivo: escribió en papel algunas frases “que no tenemos que decir nunca más” y las rompió frente a la cámara, simulando una ruptura de viejos paradigmas, y agregó: “es mentira que ´la letra con sangre entra´. A través del estrés negativo no se aprende nada. Hay que desaprender eso y cuando volvamos a la nueva escuela pensar cómo hacer para que lo que voy a enseñar entre en un clima emocional que lo permita.

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Tampoco es cierto que ´a las palabras se las lleva el viento´.  Las palabras repetidas quedan acá, las que le decís a otro y las que te decís a vos. Se crean caminos neuronales.

Es falso que ´Lo que natura non da Salamanca non presta´, lo que nos decían en el colegio en alusión a que si no nacimos con una habilidad ésta no va a llegar. Es tan importante la genética como el medio ambiente, como la combinación de las dos cosas, y ahí entramos los educadores (Salamanca). Los chicos que vienen de hogares donde les reclaman que no son buenos en algo necesitan que empecemos a cambiar esas estructuras mentales y gracias a la neuroplasticidad podemos entender que la genética importa sólo en un 40%; todo lo que te envuelve puede ir aportando, cambiando y haciendo que el cerebro sea diferente, como una escultura. Los docentes y papás limamos lo que no va, convencemos de que con esfuerzo se puede.

Otra afirmación falsa es ´Pienso, luego existo´. Antonio Damasio, autor del libro ‘El error de Descartes’, confirma: ´Siento, luego existo´. Siempre viene primero la emoción y luego viene la cognición. No hay aprendizaje sin emoción. No lo podés evitar. Las emociones y la cognición van de a dos. Ya estamos listos ahora para poder aprender…”.

–      ¿Qué nos podés decir sobre el miedo? ¿Es el mayor enemigo del aprendizaje?

“En esta cuarentena estuve estudiando como una loca con una joven doctora, que está haciendo investigación científica, la Dra. Mary Helen Immordino-Yang, quien explica que para que haya un Bloom primero tiene que haber un Maslow (por la pirámide de necesidades). Si alguien tiene miedo a lo intelectual no se va a encender. Abajo, en la pirámide de Maslow, está la necesidad de seguridad. Un chico con hambre o miedo no puede aprender. La supervivencia es mucho más importante que el desarrollo intelectual. Me duele pensar que no todos tenemos las mismas chances… por eso me duele la realidad de nuestro país.

Vamos a cubrir algunos espacios; tenemos la posibilidad como otros adultos de ayudar en lo que no se terminó de desarrollar en esos chicos. Las palabras que usamos nosotros, las cosas que hacemos, nuestra gestualidad cambia los cerebros de los alumnos todos los días, para bien o para mal. Estamos haciendo mucho más que dar una clase, estamos esculpiendo el cerebro de los chicos y podemos cambiar historias que parece que no podrían cambiar.

A raíz de todo lo que siento que involucra el acto de educar, si uno no tiene la misión en la vida de ser un elemento inspirador es mejor que se dedique a otra cosa. Lo que enseño es la excusa para poder enseñar lo otro. Enseñar a trabajar en equipo, a conocerte y quererte un poco más, a dominar tu frustración. Si a uno no le apasiona lo que hace en educación es muy peligroso seguir haciéndolo. Es una misión y cuanto más entendés de neurociencia más entendés el rol que tenemos los educadores; si no lo hacemos al 100% podemos lastimar mucho”.

¿A qué otros desafíos nos enfrentamos en la educación o cuál sería el propósito de la educación hoy?

Lucrecia para ilustrar la respuesta volvió a utilizar un ejercicio práctico: tomó una representación plástica del cerebro y le pegó alrededor algunos conceptos. “Tengo algunas palabras que aprendí y son el desafío de lo que viene. Una de ellas es que la educación es ubicua. Ya entendimos que no es necesaria el aula para aprender. Si vamos a volver al aula física, ¿qué diferencia va a tener ésta del comedor de mi casa o del ómnibus? Entendimos que los chicos pueden aprender contenidos de maneras diferentes, no solo sentados mirando un pizarrón. Es el momento para que el aula se transforme en un espacio que tenga posibilidades que no tienen otros.

Debemos tener en cuenta la importancia de lo sensorial. Los sentamos en sillas incómodas delante de bancos. Repensemos si aprenden desde la ubicuidad cómo puedo hacer para que el espacio sea lo más invitador posible.

Aprendí otra palabra que es que los alumnos de este siglo son prosumidores, no consumidores. Significa que participan del proceso de la producción de un servicio, de un contenido, de lo que sea. No son recipientes esperando que los llenen, sino que ellos mismos pueden generar nuevos productos. ¿Cómo podemos hacer para que la escuela nueva pueda desarrollar al máximo todas esas capacidades que tienen esos chicos maravillosos de crear, diseñar productos, investigar? Es romper de vuelta con currículas estrictas. La escuela debe generar espacios donde los chicos puedan producir sus propias ideas.

Otra idea que resignifiqué en la pandemia es influencers. Podemos ser influencers ´copados´ para hijos y alumnos, que nuestros alumnos sean influencers de otros, influencers de empatía… Debemos lograr que la escuela sea el mejor lugar para que el chico sea su mejor versión.  Esto muchas veces no ocurre y encima la escuela te pone un palo en la rueda. Necesitamos que ésta sea el lugar donde aprendemos por qué estamos ahí y cómo sumar valor alrededor de la vida de otras personas.

Mi idea es que la escuela promueva la investigación de sus propios talentos desde sala de 2, cómo uno puede ir alimentando y dando posibilidad a eso en lo que creo que soy bueno. También hay que dar la posibilidad de que los alumnos desarrollen esas habilidades que no les salen tan bien. Para eso está la escuela…”

–      Estamos hablando de una escuela posibilitadora, facilitadora y potenciadora…

“Sí, y una escuela que escuche a los chicos desde el primer día. Tenemos que ver cómo podemos ofrecerles espacios para que puedan conocerse.

A todos nos tocó la pandemia, pero no todos estamos haciendo lo mismo. La realidad es que muchos de nosotros podemos aprovechar al máximo este momento de introspección.

Martin Seligman, creador de la psicología positiva, se pasó 30 años estudiando cerebros optimistas y pesimistas. Vale la pena hacer el esfuerzo por ser feliz, porque te va mejor en las relaciones humanas, en las situaciones de trabajo, en lo que decidas afrontar de estudios, etc.; el esfuerzo por ver el vaso medio lleno ayuda a que si tengo una mirada positiva y lo aprovecho para lo que pueda aprender enciendo la parte del cerebro para que aprenda. Las hormonas del estrés inhiben la capacidad de pensar. La esperanza es activa. Debemos hacer algo para que suceda.

Esto es ciencia pura y si puedo basar mis decisiones pedagógicas en evidencia científica la realidad es que las inspectoras también están de acuerdo. Son las primeras en darse cuenta de qué cosas no funcionan. Hay que jugar un poco con las currículas y arrancar desde lo que es significativo para los chicos. No es que no voy a brindar los contenidos básicos, sino que se disparan desde un lugar mucho más significativo para todos. Los chicos van a saber cosas que yo no sé. Eso da miedo. Hay que investigar juntos. Estamos todos aprendiendo cosas”.

–      Hay que correrse del ego, del “yo sé mucho…”

“Esa fue la razón por la que escribí que soy aprendiz eterna. Es imposible saber todo. Yo estudié un montón, pero hay muchas cosas que no sé. Los chicos te ubican todo el tiempo…

–      ¿Qué sintonía hay entre la resiliencia y la neurociencia? ¿Es aplicable en las nuevas formas de enseñar?

“Una de las buenas noticias que trae la neurociencia es esta posibilidad de que el cerebro es plástico y hay muchas capacidades que se enseñan. La resiliencia, la esperanza, la paciencia, el ser positivo se educa. No hay resiliencia posible si no hay un adulto inspirador. Debe ser el héroe para ese chico. Somos agentes hasta de poder ayudar a los chicos a ser esa persona para ellos. Funcionamos como inspiradores que los ayudan a tener esperanza real. El cerebro necesita entre 20 y 40 días de repetir sistemáticamente algo, si se quiere ser una persona más agradecida, por ejemplo”.

ENSEÑAR CON HUMOR

–      ¿Se puede enseñar con buen humor?

“Se debe. Me desesperan las escuelas en las que aún hay directores que manejan el autoritarismo y se pierden la posibilidad de llegar al otro con un chiste, con reírse de uno mismo. Hay que aclarar de lo que uno nunca se ríe: ideas políticas, religiosas, malas palabras, machismo, feminismo, por ejemplo. Hay que reírse con el otro, no del otro.

Como directora, ni me faltaban el respeto ni me decían cosas feas, y me decían “Lucre”… porque sin vínculos no hay aprendizaje”.

El humor fortalece el sistema inmunológico. Hay cosas que se pueden hacer antes de ponerse el alcohol en gel o el barbijo. Antes se pueden reforzar cuatro fuentes de energía naturales: alimentación, descanso, actividad física y estado feliz de la mente: ahorrar energía para cuando necesites combatir el virus. Una de ellas es el humor. Si podés lograr tener un sistema inmunológico fuerte, tenés muchas más chances de no agarrártelo. El humor es una manera de liberar glóbulos blancos, que pelean las enfermedades. Si te reís mucho y muy seguido te mantenés sano. Los seres humanos tenemos herramientas naturales para combatir las cosas.

–      Cambiar la respuesta es una evolución, pero cambiar la pregunta es la revolución nos dijo Jorge Wagensberg…

“En el viejo paradigma uno pensaba que estaba bueno que el docente hiciera muchas preguntas y los chicos contestaran: Después empezás a entender que es al revés. Es súper importante que, en esta aula invertida, cuando los chicos vuelvan de lo que le mandamos filmado, etc., la clásica de los docentes es ´resuman en dos palabras lo que leyeron´. Sería mucho mejor ponerlos en grupo y que tengan cinco preguntas de algo que no entendieron o algo que generó el haber leído eso. En la escuela que viene habrá muchas más preguntas. Es bueno ir resolviendo juntos esas preguntas…

–      ¿Cómo hacemos para que la Secundaria conecte a los estudiantes y les demuestre que hay futuro en nuestro país, que se animen a liderarlo?

“Los tres lugares que tienen los chicos para expresarse son la calle, la casa y la escuela y ahora quedó solo la casa. Hay que ponerse en el lugar de los adolescentes que no van a tener viaje de egresados o sus fiestas de fin de curso. Así debemos entender sus cambios de humor… Los chicos no te prestan atención o se siente mal no por algo puntual con vos sino porque no pueden resolver un montón de cosas que les están sucediendo. No digo que lo justifiquemos, pero esos adolescentes no estarían así de mal si en salita de 2 les hubiéramos ya dado herramientas de conciencia emocional, para nivelar esos estados emocionales. Si no les preguntamos de chicos cómo se sienten no va a pasar en la adolescencia”.

Para cerrar la conversación, Lucrecia Prat Gay citó, emocionada hasta las lágrimas, la siguiente frase del escritor Mark Twain que dice: “Los dos momentos más importantes de tu vida son el día que nacés y el día en que entendés para qué…”


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