La docente creadora y directora de Educar para el Bienestar, Grace Bertolini, dialogó con Revista Colegio en el Ciclo de Conversaciones en vivo por Instagram sobre cómo vincularnos en la nueva escuela, con el cambio que implicó en las relaciones el paso del aula presencial a virtual. Destacó la importancia de ser “aprendices de por vida” y, ante los desafíos que planteó la pandemia de un día para el otro en la enseñanza, evaluó: “De ésta salimos todos juntos. La clave está en el trabajo en equipo. Es el momento de no quedarnos solos y si no sabemos algo preguntar. Estamos aprendiendo”.
– Es impactante cómo la cultura organizacional, la transformación, se hace evidente a cada paso en la escuela…
“Cuando Madre Montserrat del Pozo nos daba las capacitaciones decía que no esperemos al tercer año para empezar a implementar los cambios, sino que lo hagamos y la siguiente tarea era llevar algo que se haya implementado en los colegios. Ella habla de empezar con algo. Eso es parte del secreto: no esperar a tener el todo para empezar con el cambio. Esa es una de las cosas que más me gustó del libro ´Un giro copernicano a la educación´, donde sentía que estaba leyendo tres libros porque eran tres personas (por sus autores: M. Belén González Milbrandt, Fabián Provenzano y Marcelo Rivera, de Copérnico Consultora) interesadas en el cambio desde el punto de vista de la transformación, no tanto de la innovación, con historias y vivencias distintas, para un público general. Lo pueden leer dueños de una institución, padres, docentes. Me abrieron interrogantes sobre un ecosistema educativo. A veces los docentes nos quedamos en el cuadrado que es el aula cuando el sistema educativo es mucho más amplio. Hay que tener en cuenta recursos humanos, pedagógicos. Todo está en el libro”.
- Te definís como una educadora aprendiz de por vida. Fundamentame esa definición…
“No soy la única. Muchísimos colegas están hablando de esto porque estamos entendiendo cada día más que no podemos dejar de estudiar, de aprender. La educación es dinámica. Sin ir más lejos miremos lo que pasó desde febrero. Algunos docentes sabían cómo manejarse en la virtualidad y otros no tenían la menor idea. Si alguien hubiese dicho en febrero que en 100 días los colegios se iban a encontrar dando clases en forma totalmente distinta hubiéramos pensado que era una quimera. Sin embargo, el cambio vino y tuvimos que subirnos a ese tren de aprender. Me doy cuenta de que de ésta salimos todos juntos. La clave está en el trabajo en equipo, del directivo al docente, del docente al alumno, del docente a la familia, de la entidad propietaria a todo su equipo (en los privados). Es el momento de no quedarnos solos. Si no sabemos algo preguntar. Es estar aprendiendo.
Aprendí que tengo que mirar a un agujerito negro y que ahí están mis alumnos, que mi aula ahora está ahí. Tengo que tener presencia, cuidar la voz, el movimiento de las manos. Yo no sabía lo que eran los acuerdos virtuales. En algunos casos los chicos apagan la cámara. ¿Qué podemos hacer para que el adolescente se enganche, se motive? ¿Cómo negociamos con los adolescentes y logramos que estén presentes, se cambien, que tengan su vaso de agua, un espacio? Esto, siempre y cuando haya conectividad porque hay realidades muy distintas. Más que nunca decimos ahora comunidad educativa. Las familias vieron qué es esta relación de enseñar y aprender y nosotros al principio, sobre todo con los más chiquititos, los necesitamos terriblemente.
- ¿Por qué es tan importante la capacidad de poder vincularnos en un escenario virtual donde se pierde la cuestión afectiva, la empatía? ¿Cuáles son los tips que podés recomendar para docentes, directivos, desde este escenario virtual?
“Cuando María Laura (Conte), Jaqueline (Kerlakian) -de la consultora Creando Puentes– y vos me invitaron al IV Congreso Internacional de Coaching Educativo ya venía trabajando profundamente el tema de la resiliencia en el aula, que cada colegio en el grupo que estuviese (no es lo mismo trabajarlo en sala de dos que en cuarto grado o en secundaria) cómo hacerles tomar conciencia de la importancia que tiene un buen comienzo. Sabemos que el cerebro aprende cuando algo lo sorprende, cuando hay una novedad. Yo planteo: no comencemos la clase con el tema del día ni mucho menos tomando lista, cuando sabemos que los principios y finales son de oro para nosotros. Hagamos algo durante cinco minutos que no tenga que ver con el contenido de esa clase: puede ser un video, una historia un relato, una canción, preguntarles cómo están, hablar de un corte de pelo, etc. El primer paso es ése. El segundo sería que con esa sorpresa los hagamos predecir: por qué piensan que hoy me vestí de tal manera y así hacerlos participar; decirles, por ejemplo, que en el chat contesten por qué hoy me puse este sombrero. En el tercer paso el cerebro está listo para recibir la información. Después podés pedirles que se encuentren afuera del ámbito del aula, armar grupos cooperativos de a cuatro; decirles que se conecten por donde sea con esa pregunta que yo les di y que tuvieron que preguntarles a dos miembros de la familia, que charlen y elijan las mejores cuatro respuestas. Ese va ser el ticket de entrada para la siguiente clase. Dejarlos con preguntas, el valor de la reflexión. Entonces, primero los intereso, luego los hago que adivinen, después les doy la información y después los hago buscar…
Se trata de invertir el aula. Pensábamos que no era para nosotros y sin embargo ya está. Siento que aquel docente que no entienda todos los aspectos favorables que va a tener el aula invertida cuando volvamos al presencial va a sacarles posibilidades a los chicos. Por eso hablo de ser aprendiz de por vida. Creo que es respeto a mí mismo primero, tengo que tener algo para compartir con el otro, pero respeto hacia el chico: Tenemos que poder superar el miedo a la tecnología o a las emociones para darles lo mejor que podamos, esas habilidades que van a necesitar. Estamos preparando a alumnos para trabajos que desconocemos, con estas habilidades que tienen que ver con la creatividad (cooperación, pensamiento crítico, habilidades globales). El aula es el mundo. Ya no somos más nosotros en el aula en esta ciudad, en este país, en este continente. Me puedo conectar con quien quiera. Son habilidades requeridas y las tenemos que brindar desde que son chiquitos.
No pensemos que vamos a enseñar a trabajar con empatía en primaria y secundaria, sino que ya en nivel inicial podemos enseñar esto de la importancia del autoconocimiento, del autocontrol; lo que gestiono es qué hago con esa emoción para que sea saludable y funcional; ser asertivo, poder comunicarnos bien, entender al otro, la empatía. Me pongo en ese lugar con ganas de entender al otro de verdad; es el vincularnos, el trabajo en equipo, compartir el camino, y más en este momento donde nos encontramos con la falta de herramientas”.
- ¿Qué otros desafíos nos debemos plantear?
“Debemos dejar de mirar el ombligo de uno, por respeto a los estudiantes, a mi colega, a mi directivo y a su vez de arriba hacia abajo, por parte del directivo; trabajar en equipo. Nunca trabajamos tanto como en estos 100 días.
Los directivos tenemos muchos roles y estamos demasiado tiempo con cuestiones administrativas. Estoy trabajando con ellos la posibilidad de que entren a las videoconferencias de sus docentes, que vea a los chicos, que no olvidemos las individualidades. Tienen que haber un contacto… Lo que ellos aman de la escuela es vincularse, el otro. Tenemos tan arraigada la docencia que les hacemos una pregunta, los miramos y automáticamente les estamos dando la opción de la respuesta. No los dejamos pensar. Debemos dejarlos crear, que construyan, que se equivoquen…
Si sé cómo aprende el cerebro yo puedo saber cómo enseñar. En la planificación yo ya sé que en 20 minutos yo ya voy a estar haciendo algo. Los chicos se movían todo el tiempo en la escuela y ahora los tenemos sentados. Es fundamental hacerlos mover. Si les planteamos movimiento, respiración, ellos se empiezan a acostumbrar a esto. Antes de una prueba podemos hacerlos estar tranquilos, respirar; son todas herramientas que tenemos que aprender a incorporar”.
- ¿Cómo podemos recuperar esta alianza familia-escuela?
“Hay todo tipo de escuelas y de familias. Vimos a las que no compartían demasiado con la escuela y otras terriblemente responsables, preocupadas, detrás de los chicos. Cada institución debe tener en claro qué quiere, cuál es su presente y hacia dónde va. Teniendo en claro esto debo tener claridad para transmitirlo. La familia es una parte importantísima de la comunidad educativa.
Hay muchos desafíos que vamos a poder tomar. Somos seres resilientes y podemos enseñar a serlo. Hicimos videollamadas para reuniones de padres, festejamos cumpleaños. Hablábamos de la mentalidad de crecimiento, que lo mejor que tiene es esta forma de pensar que el éxito es posible. Esto se puede enseñar, como las fortalezas de carácter de la psicología positiva de las que habla Martin Seligman. Podemos trabajar con el optimismo, la gratitud, la perseverancia, el valor del esfuerzo; el poder de la palabra todavía. Tenemos que ser conscientes de que todo esto está más allá de cualquier contenido. Tuvimos que revertir la currícula y ver qué enseñar. Lo primero que hicimos fue vincularnos con los chicos. Debemos motivarlos, que sientan que el recreo pueden tenerlo en la mesa del living, hacer ese espacio. No nos quedemos en la zona de luz, donde está la seguridad. Comencemos un camino para que cada uno encuentre su llave, para sentir que estamos transformando. El mejor deseo sería dentro de unos años volver a tener esta conversación y recordar esto, que digamos: cuánto crecimos desde ese día. Todo esto se puede aprender. Es nuestra tarea como educadores enseñar a relacionarnos, a vincularnos. La educación es vincularse”.
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