Revista Colegio

Las mejores propuestas educativas

La reingeniería de la familia, escuela, Estado y sociedad

El Dr.  Edgardo N. De Vincenzi junto a Marcelo Rivera, director de revista Colegio

El Dr.  Edgardo N. De Vincenzi junto a Marcelo Rivera, director de revista Colegio



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La Educación es el medio y el fin permanente para construir la libertad y felicidad de las personas, y es por eso que existe una profunda necesidad de elaborar una reingeniería de la educación como producto y proceso en nuestro país. Desde la educación y desde el compromiso de la familia y las instituciones sociales, se pueden recomponer todos los impactos críticos por los que atraviesan las sociedades actuales.

Familia, Escuela, Sociedad y Estado conforman un todo, en donde cada una de estas partes se entrelaza y retroalimenta, construyendo el camino por donde pasa el presente, con la impronta del pasado y la proyección hacia el futuro. Es ese todo al que debemos rediseñar y repensar en cuanto a su razón de ser.

En principio, es  preciso lograr una reingeniería de la familia, unidad básica de la socialización y eslabón principal de una civilización. Esto se logra a través de una actualizada concepción sobre la dimensión que cobra una  escuela para padres, espacio donde adquiere central reconocimiento el eje por donde se significa la paternidad. Construir la noción de la progenitura que supere la simple génesis o amor, implica avanzar en la responsable concepción de asumirla como formación necesaria – pero nunca suficiente – para ejercer el rol con la autoridad sostenida en el conocimiento sobre la importancia que su función requiere, para cimentar una sociedad sana y crecientemente progresiva.

Educar a los padres es llevarlos a reconocer su espacio legitimado desde la función responsable de sus roles y obligaciones. Un padre debe poder educar a sus hijos para que ellos, por si mismos, tengan la capacidad y la valorable intención de armar un proyecto de vida inspirador, siendo autónomos. Sujetos sin proyecto, son barcos a la deriva. Hombres sin sentido, sin una dirección consciente, son personas que se diluyen en el vacío; son hombres perdidos, pero también sin nada que perder. En esta huida poco importan los valores, también han fugado, por lo que no cuento con ellos para mi vida.

La vida es un tiempo que nosotros gastamos, usamos o administramos según nuestra decisión y sabemos, por experiencia que el hombre se hace viejo demasiado rápido y sabio demasiado tarde, por eso es menester que se eduque calificadamente a tiempo; para que en nuestro país esto sea una realidad, es necesaria esta reingeniería cuanto antes.

En un lugar de equivalente significación se encuentra la sociedad, epicentro y escenario en donde se representan los hombres perdidos y sus crisis. Lugar en el cual queda relevada la anomia, la ruptura de los lazos con las normas sociales y la ausencia de los principios que nos hacen personas. Así emerge el defecto, la enfermedad social y, desde ellos, puede explicarse la violencia, la falta de orden, el estado de tensión, la falta de capacidad de ciertos sujetos para enmarcarse dentro de las leyes y la armonía en una estructura social. La sociedad y las actitudes que se visualizan en ella, son la fotografía de lo que somos y de lo que demostramos al comportarnos. De ahí la necesidad de transformarla, de impregnarla por los valores de la educación, porque una sociedad educada es una sociedad suscripta en principios éticos, morales, con credibilidad y una razón de vida que involucra a la persona y al otro. La sociedad  también debe transcurrir por un proceso de transformación, por una reingeniería que la ayude a construirse bajo parámetros saludables, propios de un aprendizaje significativo.

Vuelve a emerger la necesidad de cambios en los paradigmas educativos dominantes; se impone la urgencia que el objetivo de la “profesionalización” docente en todos sus niveles, gire alrededor de la recreación de valores, de enseñar a aprender creativamente y donde la formación en la disciplina científica sea asociada a una docencia verdadera que destierre la mediocridad, la inercia y el facilismo, verdaderos grandes males de la época.

Con carácter sustentable a lo expresado anteriormente, se encuentra el Estado. Nada más ni nada menos que la institución más importante de todas, el “padre” y el referente principal de la sociedad. El Estado es el espacio donde  se edifican las bases, donde se hace sostenible el valor de la educación, de la familia, de la escuela; de ahí la importancia que requiere su reingeniería para que se posicione, desde su verdadero rol, como el actor social más relevante. Un Estado, es una gran empresa social y, por lo tanto, debe alinearse con lo mejor, contar justamente con los más aptos para que éstos produzcan beneficios a la sociedad y de ésta a la familia. Un Estado debe prever garantías y obligaciones éticas y morales, tener autoridad para dirigir a los grupos y proponer un nuevo marco de acción  en donde se privilegie los valores más importantes por lo que la vida gana en sentido y significación.

Sólo así, a través de un Estado administrado y controlado por ejecutivos eficientes y excelente – real y necesario desafío en estos tiempos – , bajo una reingeniería familiar, escolar y social que rediseñe lo que está y proponga profundos cambios, podremos detener esta involución generacional. Retroceso social que presenciamos crecer desde hace más de cuarenta años, producto de viejas acciones equivocadas traducidas hoy en estas consecuencias patológicas que llamamos “actualidad”, pero que en realidad se trata de viejas patologías con nuevos rostros – cada vez más crueles – que arrastramos de forma generacional como una herencia signada por la imposibilidad aparente de superar. Para la Argentina del Siglo XXI; pese a todos los esfuerzos y logros significativos realizados por las autoridades gobernantes, sólo nos queda detener el alud y producir algo nuevo, esto implica darnos la oportunidad de cambiar, lugar a ocupar plenamente, y con carácter excluyente, por la educación, sostenido por el Estado y orientado a la familia, la escuela y la sociedad.

El Dr.  Edgardo N. De Vincenzi es asesor General del Grupo Educativo Vaneduc (VANEDUC) Rector Fundador y Emérito  de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), presidente de COMEP (Confederación Mundial de Enseñanza Privada), presidente FAEPLA (Fed. De Asoc. Educativas Privadas de América Latina y el Caribe, consultor UNESCO y rector Honorario de la Universidad Interamericana del Caribe, Caracas, Venezuela.


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